domingo, 22 de mayo de 2011

Lo que gusta y lo que no gusta

Concentraciones en Sol
¡Qué movida más curiosa la del 15-M, oye! A mí es que me tiene en un sin vivir. Tengo sentimientos encontrados, para qué te voy a engañar.
Por un lado, me parece fantástico que la sociedad, o una parte de ella, comience a desperezarse por fin, aunque los despertadores los hayan programado tres fulanos que enredan en Internet. Quizá sea un ataque de nostalgia, porque uno no puede menos que recordar las manifestaciones que se montaban un día sí y otro también en algunas ciudades de España, allá por el Paleolítico Medio, en las que literalmente te jugabas la vida. Claro que en esas manifestaciones se protestaba contra una dictadura; agonizante, eso sí, pero dictadura. No creo que sea lo mismo.
Por otra parte, me da la sensación de que todo este festival acabará en nada, teniendo en cuenta las propuestas que se hacen (ninguna) para intentar que esta joven y sin embargo decadente democracia acabe mereciendo tal nombre. Nos aburriremos enseguida. Es que además llega el verano, hombre, y los chavales tendrán que irse con sus tiendas de campaña a buscar algún sitio mágico de esos que ellos conocen, donde hay maravillosas conjunciones planetarias que anuncian la era de Acuario. O algo así...
En fin, no soy yo sólo, hay más gente que piensa de forma similar:

Viaje a Sol

Cómo no va a maravillar el espectáculo de una sociedad civil que se sacude el abatimiento y pega un grito de desahogo que restalla como un latigazo. Que en plena campaña surge como un personaje colectivo que vuelve ridículos, estériles, los rituales endogámicos de los mítines.
Cómo no va uno a sentirse reconciliado con su época después de descubrir que la gente que se cruza por la calle es mejor que los políticos profesionales que hace tanto defraudaron. En estos pasados días, he podido detectar emoción y sentido de la trascendencia histórica en amigos y conocidos rescatados del cinismo, de la resignación. No quieren cambiar el sistema. Exigen que sean aplicados principios fundacionales eternamente traicionados, y que terminen la impunidad y la retórica estafadora de la partitocracia.
Hasta aquí, lo que gusta. Y más valdría no ahondar en el 15-M, conformarse con este retrato parcial, porque sólo así es posible librarse de la increíble agresividad -"No te enteras de nada", es la más suave de las reprimendas, como si no alienarse equivaliera a no comprender- que castiga a cualquiera que no abrace este movimiento en los términos de su versión idealizada.
Ésta es una de las cosas que no gustan.
Otra, el narcisismo por el cual algunos portavoces, presos del entusiasmo, han llegado a arrogarse la soberanía popular en sustitución del Parlamento y sin someterse a unas elecciones, como golpistas de fogueo. Otra que, aun asumiendo que la entrada de la policía en Sol para dispersar habría constituido una irresponsabilidad, y que el campamento no tiene la menor inclinación a la violencia, queda la sensación de que el cumplimiento de la Ley es cosa de pringaos que no disponen de coartada revolucionaria. Y otra, que el movimiento tiene una naturaleza desdoblada. Que siendo verdad que acoge a una sociedad civil que atiende antes a un afán catártico que a una intención ideológica, en su núcleo está intervenido por grupos de extrema izquierda cargados de ideología, venidos para cobrarse la revancha por derrotas históricas, y cuya visión estalinista, totalitaria, del porvenir constituiría, de cumplirse, una tragedia para la libertad del individuo.
Estoy harto de aclarar que no considero que todo el 15-M sea así. Pero que sí existe ese meollo nada transversal cuyas asambleas y cotidianeidad ayer era fotografiadas en Sol por turistas que parecían visitar una reserva mapuche. O la selva Lacandona, que se nos ha puesto al alcance del Metro para los turistas del ideal.
Terminé. Ya podéis empezar a llamarme facha, y carca, e hijoputa. Pues eso espera en vuestro roussoniano mundo nuevo al que discrepa, así sea en matices. DAVID GISTAU

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