miércoles, 21 de marzo de 2012

HETAIRAS


HETAIRAS 

Como estrellas de un cielo inalcanzable, 
marginadas del sueño de la vida, 
desastradas, insomnes, ojerosas. 
pasan las noches y pasan los años, 
trabajando, como ellas afirman 
-qué sutil es a veces el lenguaje-, 
en los jardines, cerca de los muelles, 
donde el mar se convierte en su cómplice 
y guarda un silencio inquietante, 
como si amara el anonimato, 
de pie sobre la acera solitaria 
o apoyando el cansancio en las esquinas, 
bajo la sombra de los grandes árboles, 
huyendo de la luz de las farolas, 
escondiéndose de la policía, 
que es tolerante con lo intolerable 
o prefiere hacer la vista gorda 
y huir de los infiernos cotidianos. 
Allí soportan los inviernos húmedos, 
la cadencia insomne de la lluvia, 
el monótono paso de las horas, 
el sopor de las noches de verano, 
el hastío de un fingido hedonismo, 
insinuándose a todo el que pasa, 
hablando idiomas que nadie comprende, 
manchadas de carmín y de intemperie, 
sucias de soledad y de abandono, 
y poniendo precio a la lujuria 
y al placer enfermizo que emana 
de la evidente ruina de sus cuerpos 
apuntalados por el desamor. 
Algunas, enganchadas al caballo 
o a los grilletes de la cocaína, 
en manos de camellos y mafiosos, 
bajan el caché ostensiblemente y
hacen lo que les pidan los clientes 
a un precio humillante e irrisorio, 
las hay que tienen hijos y que sufren 
con más intensidad la dura crisis 
de estos tiempos de oprobiosa miseria, 
o que, llegadas de terceros mundos, 
no tienen ni dónde caerse muertas, 
y las más dependientes o más débiles 
mantienen a vulgares gigolós, 
a proxenetas, chulos o macarras, 
que al llegar a casa, como premio, 
después de recoger lo recaudado, 
las maltratan para que no se olviden 
de quién manda y trabajen a destajo: 
más que mujeres, son simples objetos, 
máquinas para hacer el amor, 
seres que viven en el desamparo 
infernal del aciago consumismo. 
Todas las noches, a la misma hora, 
en el mismo lugar de la ciudad, 
merodeando como sombras muertas, 
 malvenden su cuerpo por unos euros, 
todas son, ignorándolo, esclavas 
en tiempos de esclavitud abolida, 
según reza la ley que no se cumple, 
todas son, igual que siempre ha sido, 
aunque algunos defiendan lo contrario 
o traten de ocultar la evidencia, 
mujeres de la vida, meretrices, 
hetairas, o rameras, o vestales, 
o dicho sin ningún eufemismo, 
putas, que ejercen con resignación, 
ante la indiferencia de la gente 
o la indolencia de la autoridad, 
en una sociedad que presume 
de haber llegado al siglo XXI 
y ser más avanzada que ninguna, 
ese oficio que todos conocemos 
como el oficio más viejo del mundo. 

Antonio Casares (Santander, 20 de marzo de 2012)

8 comentarios:

marian dijo...

Me gusta cómo escribe y lo que escribe.
Para mí la prostitución es otra forma de esclavitud. Pero la prostitución no es cosa de putas nada más, vemos a diario cómo se prostituye todo tipo de gente en cualquier lugar, por dinero, por ambición, por medrar, por aparentar, ...

Bendita sea la boca que da besos y no paga monedas.

Sirgatopardo dijo...

Evidentemente existen otras maneras aún peores de prostitución, pero la prostitución per se es un caso sangrante de doble moralidad y de falta de coraje por parte de políticos y sus votantes. ¿Tendrán miedo a la opinión de la Iglesia?

marian dijo...

¿Puede hacer unas preguntas más facilitas?

Sirgatopardo dijo...

Ahora que la "quieren prohibir" en las callles de Barcelona, ¿No estaba prohibida ya? ¿Estaba legalizada?

Juan Nadie dijo...

Ay, amigo, en teoría estaba prohibida (no sólo en Barcelona), ¿o no lo estaba?
La doble moral de la sociedad occidental, que conocemos tan bien.

Sirgatopardo dijo...

No sé que opinará Gallardón, con esa cara de seminarista.....aunque dicen que las apariencias engañan.

Anónimo dijo...

¿Y qué opináis vosotros?

¿Y qué hacéis vosotros?

Porque, efectivamente, la prostitución no es cosa de putas nada más. Si no hubiera hombres (¿también mujeres?) que pagaran sus servicios...

Doble moral. Es verdad.

"máquinas para hacer el amor". ¿Cómo puede el poeta decir esto?

- máquinas. Las máquinas son frías. Yo no lo sé, pero ¿no son ellas más cálidas, de más "piel"? Recuerdo un experimento que hace muchos años se hacía para medir el apego, creo. Monitos que se sentían consolados con mamás máquinas forradas en piel. De cualquier modo, las máquinas no son personas.

- para hacer el amor. ¡Qué expresión tan cuidada! ¿Van los hombres a hacer el amor con las prostitutas? ¿Acaso el autor que describe tan bien, al parecer, ese mundo, no soportaría escribir otros términos más prosaicos (tener relaciones sexuales o desahogarse sexualmente, por ejemplo) o más vulgares? ¿Tal vez lo que no soporta es verse a sí miso en esos términos?

Una vez, una mujer "de alto nivel social" me explicó que, al igual que una buena amiga suya, abogada, podría ganar mucho dinero ejerciendo de "acompañante de lujo". Lo pensé: mucho dinero, muy rápido, y un asco indecible, infinito.

¿Y quien no ve otra salida? ¿Se merece un buen hombre que compre sus servicios para "hacer el amor" y la trate como a una persona y no como a una máquina, o se merece un buen hombre que no recurra a la prostitución para hacer el amor?

Anónimo dijo...

"Como estrellas de un cielo inalcanzable".

No reparé ayer, suficientemente, en este primer verso.

¿Qué será ese cielo inalcanzable para el poeta? ¿El bienestar que uno desearía disfrutar con una mujer y que sabe de antemano que no podrá conseguir con una prostituta? ¿O simplemente la relación con ellas, con las prostitutas, que quisiera tener pero no puede, por el motivo que sea?

Antonio Casares ¿es persona propensa al diálogo?