martes, 22 de marzo de 2011

Artistas circunflejos

¡A mis brazos, amiguete!
Lo que está ocurriendo en nuestro país en los últimos tiempos es para no contarlo. Aquí estamos curados de espanto porque somos españoles, pero por ahí afuera alucinan, no dan crédito.
Podríamos referirnos a cualquier tipo de asunto, pero hoy les tocará a nuestros queridos artistas de la Ceja, casi todos buenos profesionales en lo suyo, esa es la verdad, pero que últimamente han desarrollado una preocupante habilidad para decir Diego donde dijeron digo y continuamente nos dan clases de democracia con una desvergüenza que roza lo sublime. Siempre, claro, arrimados al poder de este gobierno dizque progresista que nos ha tocado en desgracia. ¿Será porque ven peligrar las subvenciones? ¿O será más bien que han perdido definitivamente el norte?

Desde el siglo XIX, y antes, ha habido y hay en este país una pléyade de extraordinarios columnistas que diseccionan diariamente la realidad y consiguen poner negro sobre blanco lo que mucha gente piensa y no es capaz de expresar. Uno de ellos es David Gistau. Reproduzco literalmente el artículo que hoy publica en el diario El Mundo :

En defensa de la Ceja
Sólo una interpretación aviesa de los acontecimientos y las conductas puede llevar a la conclusión de que a los miembros de lo que se dio en llamar artistas de la Ceja les falta coherencia. Es verdad que ciertas comparaciones confunden. La heroica kermesse antiimperialista, los manifiestos, las pegatinas, el digno temblor de la ira e incluso la disposición a hacer de escudo humano de Sadam se han trocado, para Gadafi, en una vocinglera grada de pulgares bajados. Si alguien hubiera quedado dormido en 2004 y despertara ahora, no sé cómo le explicaríamos que el misil Tomahawk se ha convertido en una prolongación fálica del Progreso, y que Zetapé, igual que el cowboy de Teléfono Rojo... cabalga bombas al alba y con viento duro de Levante.
Aun así, los artistas de la Ceja son coherentes. Y lo son, porque su única lógica es la de la sumisión partidista. El que se engañó fue quien creyera que a los abajofirmantes del Círculo de Bellas Artes les animaba una concepción moral capaz de trascender las banderías y los lazos clientelares. No es la infancia amenazada lo que les agita, puesto que fuentes bien informadas insinúan que las mujeres libias también podrían ser vivíparas e incluso dar a luz seres humanos de corta edad. No es la aversión a los dictadores, puesto que en el Irak de Sadam no era precisamente el lechero de Churchill el que llamaba a la puerta a las cinco de la mañana, y además los artistas de la Ceja, por más que expendan certificados de buena conducta democrática, tienen tiranos incorporados a su santoral ideológico. Tampoco es el rigor en el examen de las pruebas, como en el caso de las armas de destrucción masiva, ya que nadie ha visto una sola imagen de las supuestas masacres de civiles que Gadafi estaría perpetrando en Libia, e igual el corneta del progreso ha tocado zafarrancho de combate. La única actitud constante de los artistas de la Ceja, que por otra parte es la que les hace coherentes, es el sí, bwana a Zetapé y el apoyo sistemático, no ya a las ocurrencias del presidente, sino también a sus piruetas y metamorfosis.
Tiene mérito. No es nada fácil ser el siervo de un político con más ductilidad para los principios morales que Mortadelo para los distraces. Hace falta una enorme flexibilidad. Un día te encuentras llevando rosas blancas a los terroristas y asegurando, como Boris Izaguirre, que el PP es menos democrático que ETA, y al siguiente tienes que volver a aplaudirle a Rubalcaba las desarticulaciones. Un día eres keynesiano y al siguiente neoliberal. Has de consultar en la agenda para saber si hoy toca que subir impuestos sea de izquierdas o de derechas. Y encima cuando empieza una guerra tienes que consultar con Moncloa si es injusta o necesaria y democrática. DAVID GISTAU (22-03-2011)

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