Leyendo un artículo sobre la crisis griega en el semanal del PAÍS de la pasada semana, me impactó que los sufridos ciudadanos griegos, la mayoría, afectados por la misma, hayan renunciado a manifestaciones de protesta, infructuosamente inútiles al parecer, y traten de buscarse la vida, de la mejor manera que su imaginación e iniciativa, les permita.
Esta información además adelanta que "el experimento griego", se asemeja al título de una película serie B, puede extenderse a los países europeos situados al sur de Berlín.
Si nos paramos a pensar en el silencio a cal y canto mantenido por Rajoy durante estos años de auténtica penuria, posiblemente encontremos similitudes en España. Una vez pasadas las épocas solidarias reivindicativas iniciales contra las medidas de ajuste, ni siquiera los sindicatos piensan en otra cosa que asegurarse sus propias alubias. Hemos llegado a un punto de desesperanza tal, que a cambio de un trabajo temporal y mal pagado, somos capaces de firmar contratos laborales con cláusulas equivalentes al de Fausto con el diablo, o lo que es lo mismo con empresas dirigidas por personajes del tipo de Mónica de Oriol Icaza.
Y es que la táctica del capital, su clave y la de sus políticos afines, es esperar la desesperanza.