DESGRACIA
DE GRECIA
“Solo la pétrea lengua
griega tiene palabras para esto.”
(WISLABA
SZYMBORSKA)
Qué hubieran dicho los presocráticos,
los estoicos, los cínicos, los sabios
que vislumbraron en la Noche Cósmica
la aurora de la filosofía,
el sol de la palabra fundadora
del mundo tal como lo conocemos,
qué hubiera dicho Hölderlin, que amaba
más a Grecia que a la misma Alemania,
qué hubiera dicho, de vivir, Platón,
qué hubiera dicho, si pudiera, Sófocles
de la tragedia de la hora presente
o la farsa que augura en el futuro
el final ominoso de la historia,
qué hubieran dicho aquellos hombres lúcidos
que eran capaces de ver a los dioses
donde otros solo ven números y cosas,
qué dirían, si pudieran decirlo,
al ver a su país en decadencia,
gobernado por mentes mentirosas,
vendido a mercaderes sin conciencia,
comprado por aciagos mercachifles,
hipotecado hasta la bancarrota,
esquilamado por los que usan el arte
como un negocio en el mercado negro.
Dónde quedó el más alto pensamiento
que haya alcanzado la humanidad,
dónde la lucidez y los caminos
que conducían a la sabiduría.
¿Callaría el oráculo de Delfos?
¿Callarían Elytis, Ritsos, Seferis,
los poetas que llevaban en el alma
la honda semilla de la libertad,
ante el regreso de la esclavitud
y el imperio letal de la estulticia?
¿Asistirían inanes, impotentes
ante el poder omnímodo de aquellos
para los que solo cuenta el dinero,
a la consumación del mundo helénico? .
Qué dirían los que nunca dicen nada
al ver el patrimonio de su patria
saqueado, repartido impunemente
por los depredadores de la estética:
templos, teselas, cráteras, columnas,
bajorrelieves, frisos, capiteles,
frontispicios, estatuas mutiladas,
teatros apuntalados por el polvo,
botín de usurpadores sin escrúpulos.
Qué dirían de esta democracia
los fundadores de la democracia.
¿Se quedarían en total silencio
como han hecho las demás naciones,
ante la arrogancia civilizada?
¿Quién se atrevería a negar
que la desgracia de Grecia es la nuestra?
Qué dirían al ver que la Hélade,
sublimada en los versos de Goethe,
venerada en las páginas de Nietzsche,
sagrada para aquellos que la aman
como la patria de los ideales
y espejo donde se mira el espíritu,
víctima ahora de sus propios mitos,
ha sido raptada por los bárbaros
y asesinada por los sofistas.
Y quién, qué mano anónima y doliente,
con los ojos cegados por las lágrimas
y el negro resplandor de la nada,
perplejo ante el final de nuestros sueños,
con palabras que nombran la elegía,
escribirá el último epitafio:
Grecia es la tumba donde yace Europa.
Antonio Casares (Santander,
29 de mayo de 2012)