He
visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura,
histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles,
negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel
abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la
maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos
cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de
los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las
ciudades contemplando el jazz. Quienes fueron expulsados de las
academias por locos por publicar odas obscenas en las ventanas del
cráneo. Quienes se jodieron sus pelos púbicos al volver de Laredo con un
cinturón de marihuana para Nueva York. Quienes desaparecieron en los
volcanes de México dejando tras suyo nada excepto la sombra del
estiércol y la lava y la ceniza de la poesía quemada en Chicago. Quienes
se cortaron las muñecas tres veces seguidas sin éxito, se rindieron y
fueron forzados a abrir anticuarios donde pensaban que se ponían viejos y
gritaban. Quienes fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de
franela en Madison Avenue entre ráfagas de versos plomizos y el parloteo
borracho de los regimientos de acero de la moda y los chillidos de
nitroglicerina de las agencias de publicidad y el gas mostaza de los
editores siniestramente inteligentes, o cayeron por los taxis ebrios de
la Absoluta Realidad.
Fragmento: El Aullido (Allen Ginsberg)
7 comentarios:
Visionario Ginsberg. O no tan visionario, porque eso sucedía en su país cuando lo escribió, para quien quisiera enterarse.
No parece que se enteraron demasiado, como tampoco parece que nos enteramos ahora.
Por cierto, tengo un documental sobre Ginsberg........
Pues ya sabes...
Y otro de Frank Zappa.......
Buenooo...!
Madre mía, hoy no estoy para esas cabezas.
Uf, desconcertante pero no por ello menos cierto.
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