Bien
pertrechado estoy contra vosotros,
los ciegos
enemigos del espíritu,
los que no
respetáis a los poetas
o miráis con
odio al soñador,
y no me
arredra la maldad humana
ni los burdos
demonios que la ejercen
y se arrogan
la propiedad de todo.
Bien
pertrechado estoy con estos nombres:
Hölderlin,
Baudelaire, Rimbaud, Walt Whitman,
y Poe, y
Blake, y Keats, y Emily Dickinson,
y todos los
que han dado su vida
por amor al
arte, a cambio de nada,
y ellos
bastan para protegerme
de los que
quieren destruir el mundo
y hacer del
universo una tumba
para enterrar
a los soñadores.
No necesito
armas ni argumentos
para tener
razón y defenderme
de los
cobardes y los pusilánimes.
No necesito
más que estas palabras
que quieren
expresar mi rebeldía
contra
vosotros y vuestras falacias,
llámense
patrias, religiones, dioses,
formas
sofisticadas de opresión.
Venid, los
mal nacidos y los déspotas,
los dueños
del poder y sus desmanes,
los causantes
del sufrimiento ajeno,
los
multiplicadores del dolor,
los que
queréis que el mundo sea una cárcel,
los crueles
forjadores de cadenas
visibles e
invisibles, los que hacéis
al hombre
esclavo de vuestra locura,
los
verdaderos bárbaros, no aquellos
de los que
habla ingenuamente Cavafys.
Venid con
vuestras máquinas de guerra,
como habéis
hecho a lo largo de la historia,
venid con
vuestros imperios de sangre,
o vuestras
leyes trágicas e injustas,
todo aquello
que nace de vosotros
y que a mí me
parece abominable.
Venid, venid,
malditos. Yo os maldigo.
Yo os maldigo
en el nombre de Pushkin.
Yo os maldigo
en memoria de Maiakovski.
Yo os maldigo
en recuerdo de aquellos
que habéis
destruído impunemente
desde que el
universo fue creado.
Venid, hijos
de perra. Venid, cerdos.
Os espero
sentado en una piedra
a la orilla
del río, o caminando
junto al mar,
escuchando la música
inefable de
la naturaleza,
os espero en
el banco de una plaza,
a la sombra
de un árbol centenario,
soñando con
un libro entre las manos,
fumando un
cigarrillo os espero,
os espero
tendido en la hierba,
bajo un cielo
inmensamente azul,
viendo pasar
las nubes y los días,
mecido por el
viento o por la lluvia
que cae con
suavidad sobre las frondas,
os espero de
pie y no me arrodillo,
os espero
llorando a los suicidas,
oyendo el
canto puro de los pájaros,
o a la luz de
la luna, absorto, mudo,
leyendo ese
hermosísimo poema
que escriben
cada noche las estrellas.
Os espero
abrazado a lo que amo.
Os espero
escribiendo esto que escribo,
sin temor a
posibles represalias.
Os espero con
balas y gendarmes
dispuestos a
matar a quien discrepa,
al que está
solo, al que dice que no.
Desesperadamente
os espero,
sin abdicar
jamás de mi deseo
de hacer
aquello que me da la gana
porque me da
la gana y porque sí.
No os temo.
¿Quién teme a los eunucos
que se
ocultan detrás de la violencia?
¿Quién teme a
los cobardes que se esconden
entre las
faldas de la democracia?
No os temo,
simplemente os desprecio
con todas la
energía de mi alma
y la
vehemencia de mi corazón,
y aunque
podáis quitarme la vida
como habéis
hecho con muchos otros,
sin responder
ante nadie por ello,
no me podréis
quitar la libertad
que me da la
poesía, un bien supremo
que ha vivido
y morirá conmigo.
Aunque seais
temibles, no os temo:
la llama del
amor seguirá ardiendo
más allá de
la muerte y de la nada
e iluminando
con su luz eterna
la noche
infinita del mundo.
Antonio Casares (Santander, 16 de
septiembre de 2012)
6 comentarios:
Lautréamont no se avergonzaría.
Eso mismo he pensado yo.
De acuerdo, pero no solo de poesía puede vivir el hombre, como tampoco de pan nada más.
Sueños que no se llevan a la práctica ¿para qué sirven?, bueno, igual para que otros le echen valor a los suyos.
Pero comparto su rebeldía y su ataque "poético".
De acuerdo.
Conociendo al autor, no podrá vivir sólo de poesía, pero seguro que no puede vivir sin ella.
Por cierto, la labor de un poeta es denunciar, los problemas los deberían solucionar los "profesionales" tan generosamente remunerados que tenemos......
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