martes, 26 de noviembre de 2013

LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO


Ante la carencia de estudios realizados por los eminentes técnicos en economía -será que su simpleza desprestigia otras sesudas elucubraciones macroeconómicas interplanetarias- acerca del aumento desproporcionado de la carestía en la alimentación y su incidencia sobre las clases menos pudientes, el más lerdo es testigo de como la vida cada día es más cara para los currantes y más barata para los ricos.
Si bien es cierto que gracias -o por culpa- de la barata mano de obra oriental, los artículos electrónicos y de vestir están al alcance prácticamente de cualquiera, aquéllos, que además de ser vitales, nos proporcionarían diario placer, léase alimentos de calidad, son cada día más costosos de adquirir por parte de las clases más populares. Productos frescos tales como carne, pescado, verduras y fruta fresca, se han convertido en los últimos años en artículos de lujo para jubilados y trabajadores mileuristas, o sea, la inmensa mayoría de la población española. Si a la actual crisis, además, televisión mediante, de la desnutrición intelectual, le sumamos la obligación de la ingesta de alimentos basura, el panorama de los españolitos de a pie, no puede presentarse más desolador.
Cuando los ingredientes de un popular cocido o de una familiar paella se convierten en objetos oscuros de deseo, cuando las chuletas y las gambas pasan a formar parte del imaginario popular y las generaciones más jóvenes corren el riesgo de desconocer los asados de cordero, estamos perdiendo las huellas de nuestra memoria secular y acercándonos a pasos agigantados, eso sí, dentro de la denominada "globalidad", a la cultura yanqui que ciertos estamentos tan concienzuda y minuciosamente nos están inoculando.
Si a todo esto, y siempre para mantenernos ante el televisor y eliminar los últimos vestigios de cultura greco-romana, le añadimos la carga de impuestos a que han sido sometidos espectáculos culturales, tabaco, hostelería en general y cualquier otra manifestación sospechosa de disidencia, el panorama resulta tan atractivo como unas vacaciones en algún campo de trabajo siberiano de la extinta Unión Soviética.
Eso si, siempre nos quedará el consuelo de que lo han hecho en nombre de nuestra salud y la ecología.

17 comentarios:

marian dijo...

El pan y circo creo que funcionará siempre. Sin embargo, la desnutrición intelectual, que existe, la puede cambiar uno mismo. Medios hay actualmente a porrillo, más que nunca. Solamente hay que tener ganas de nutrirse. Pero siempre seremos más dóciles si nos apoltronamos delante del televisor y nos dejamos arrastrar por la corriente.

marian dijo...

Pero tampoco todo está en los libros.

Sirgatopardo dijo...

Existen las posibilidades, falta la cultura.

marian dijo...

O el interés por la cultura.

Sirgatopardo dijo...

Eso fundamentalmente, aunque lo uno es consecuencia de lo otro.

marian dijo...

Pues entonces falta la cultura de la cultura.

Sirgatopardo dijo...

Y sobra Wert.

marian dijo...

Si solamente sobrase él...ya estaba todo arreglado, pero no es tan simple.

Sirgatopardo dijo...

Si digo Wert porque es el actual, de los demás ya sabemos bastante.

marian dijo...

Esto viene de lejos, por desgracia.

Juan Nadie dijo...

"Si a la actual crisis, además, televisión mediante, de la desnutrición intelectual, le sumamos la obligación de la ingesta de alimentos basura, el panorama de los españolitos de a pie, no puede presentarse más desolador."

Qué razón tienes!
Lo de la cultura está aún más crudo que lo de los alimentos basura. Y, digo yo: ¿porqué tiene que haber un ministro de cultura, si con un buen ministro de educación, que se lo tome muy en serio, nos arreglaríamos?

marian dijo...

Lo que también es cierto que cuantos más excedentes tenemos, en lo material, más infelices parece que somos, que parecemos insaciables, más, más, más...
Y a cambio, de lo otro...menos, menos, menos.
Y encontrar un equilibrio parece imposible.

Sirgatopardo dijo...

Claro tenemos el ropero lleno teniendo el frigorífoco vacío.

marian dijo...

Has dado en el clavo.

Sirgatopardo dijo...

Y tropecientos canales de tv.

marian dijo...

El primer arrabal que vi, fue en las afueras de Lisboa, hace unos cuantos años, supongo que pasará en más sitios así de las grandes ciudades, incluso hoy. Me chocó (le chocaría a cualquiera) viviendas de uralita (las más lujosas), sin agua corriente, pero todas con antena de televisión y algunas con antena parabólica.

Sirgatopardo dijo...

Típico.