viernes, 3 de febrero de 2012

BANCARROTA

BANCARROTA 
Durante muchos años han defendido como ideal de la sociedad que querían construir el dinero, el único dios en el que creen, el ídolo de los idólatras del dólar, y todo lo que con él se puede comprar o vender. El mundo es un mercado y la economía la ciencia universal del trapicheo. Han enseñado a la gente, aviesamente, con calculado afán torticero, con mentalidad de mercachifles, con su pedagogía depredadora y una interpretación burda de Darwin, luchando por la vida para sembrar la muerte real o simbólica, a consumir, a adquirir cosas innecesarias, a acumular sin ninguna necesidad, a tener por tener, a poseer como posesos, a venderse al mejor postor, a someterse al yugo de los impostores, a aceptar un destino que no es el suyo, a conseguir dinero de todas las formas posibles: poniendo zancadillas, dando codazos, golpes bajos, premiando al chivato, incentivando al esquirol, haciendo héroes a los espíritus serviles, aplaudiendo a los déspotas, dando palmaditas en el hombro a los energúmenos de las multinacionales, creando monstruos en nombre de la usura, fomentando la codicia sin límites, pisoteando cualquier principio para conseguir cualquier fin, traicionando los viejos valores por ellos denostados en aras de una pretendida modernidad y los altos ideales que han movido el mundo durante siglos, idolatrando al becerro de oro, adorando a Mammón. Defendieron con sospechosa vehemencia que el capitalismo era el modelo, la panacea universal, la salvación del cosmos, el verdadero camino hacia la libertad y hacia un nirvana que ha resultado ser, más que la religión para el marxismo, el opio vicario del pueblo. Defendieron con fanatismo fundamentalista, como una reliquia incorrupta, el cuerpo corrupto de la economía de mercado. Defendieron la corrupción y la corruptela. Defendieron lo indefendible. Ahora vemos que no, que era mentira, que su sistema no funciona, que se les ha bloqueado, que se les ha gripado el motor herrumbroso de la historia, que el cuento no puede tener un final feliz, que todo se está derrumbando como un edificio apuntalado por el miedo, a la sombra de los grandes trucks y de los grandes trucos, de las especulaciones bursátiles, y de las agencias mafiosas de calificación, que actúan impunemente con la aquiescencia de los grandes gurús de la política económica y todos los que están dispuestos a echarnos a los leones de la miseria como si fuéramos carnaza o números a la izquierda de sus cuentas corrientes. No nos dijeron nunca que su paraíso eran los paraísos fiscales y que el peor de los infiernos es el mundo en que vivimos, globalizado por el mal y un materialismo ciego que nos conduce irremisiblemente a la náusea metafísica y al asco de pertenecer a un género humano deshumanizado y cutrefacto. No nos dijeron que su ídolo tenía los pies de barro y la mirada puesta en el brillo crepuscular del oro. No nos dijeron ni una sola verdad y ahora estamos pagando las consecuencias los de siempre, mientras ellos se reúnen alrededor de la letra G para jugar nuestros destinos a un ajedrez cuyas reglas solo ellos conocen, hasta acabar dándonos jaque mate o por la retambufa, y se ponen inmerecidas medallas tratando de arreglar lo que no tiene arreglo: inyectando como yonquis terminales a las entidades bancarias, provocando la metástasis de un cáncer financiero que han inoculado ellos, congelando los sueldos, hibernando los sueños, y haciendo que el paro humille a millones de personas, que se ven obligadas a aceptar, por instinto de supervivencia, unos contratos laborales leoninos y unos salarios paupérrimos, indignos de una sociedad que dicen avanzada y de un mundo que se arrogan llamar el primero. Si este es el primero, ¿cómo será el último? Y estas serán, salvo un milagro en el que no creemos, algunas de las consecuencias a las que asistiremos anonadados y perplejos, maniatados como reos de un delito del que no somos responsables: la crisis permanente, el robo, el vituperio, el crimen, la barbarie, la guerra indiscriminada de todos contra todos, la locura individual y colectiva, el vértigo de caer en el abismo sin fondo, el regreso al caos y al desorden de un nuevo orden mundial virtual, el milenarismo de los falsos profetas y la evidencia de que la salvación es imposible y la fe una forma macabra de suicidio. ¿Qué harán para evitar esta inminente catástrofe? ¿Cómo rectificarán la ruta sinuosa que han trazado? ¿Quién tiene el hilo de Ariadna para salir del laberinto? ¿Cómo corregirán sus múltiples errores y sus incontables desmanes, sin reconocer que los han cometido y que ellos, solo ellos, son los maquivélicos culpables de lo que nos está ocurriendo y de lo que va a ocurrir en el futuro? Condenándonos a la miseria material y moral, a vivir eternamente prisioneros en la cárcel inhóspita del mundo, haciéndonos esclavos de su indocta ignorancia, sometiéndonos al imperio de sus instituciones fraudulentas y caducas, destruyéndonos de todas las maneras imaginables. Se olvidaron del amor y de la fraternidad, se olvidaron de la belleza y de la verdad, se olvidaron de la solidaridad, se olvidaron de que ser es más pertinente que tener, se olvidaron de que el hombre es más importante que las cosas, se olvidaron de hacer de la poesía la energía principal del universo, se olvidaron de que la naturaleza es el único espejo digno de ser mirado, e hicieron del progreso la única meta, en una huída hacia delante que no lleva a ninguna parte, fabricando artefactos que solo sirven para aniquilarnos, divinizando los objetos, deshumanizando a la humanidad, desoyendo a los poetas o haciendo caso omiso de lo que decían mucho antes de que ocurriera lo que nos ocurre, cuando aún estábamos a tiempo de pararnos a pensar, cuando aún nos quedaba un resquicio de sensibilidad para sentir el universo y sentirnos acogidos por él, nuestra casa, nuestro último refugio, nuestro inalienable derecho, que han pisoteado sin ningún miramiento, especulando con la naturaleza hasta convertirla en un vertedero, a tener un hogar a la intemperie, bajo la mirada limpia y diamantina de las estrellas. Se mofaron de Li Po, subiendo a la luna como simios telúricos y destrozando toda posibilidad de romanticismo. Se mofaron de Basho y convirtieron las sendas de Oku en autopistas infernales. Se mofaron de Thoreau, talando los bosques y haciendo que el planeta se transforme en un yermo irrecuperable. Se mofaron de Hölderlin, y lo aherrojaron en una torre solitaria hasta el fin de sus días. Se mofaron de Nietzsche: el desierto crece. Se mofaron de los sueños fraternales de Simone Weil y la empujaron a morir de inanición en un suburbio londinense. Se mofaron de Rimbaud y de William Blake, los grandes visionarios. Se burlaron de los versículos de Walt Whitman. Se burlaron del aullido de Allen Ginsberg y lo relegaron al ostracismo de los manuales de literatura que arden en el fuego del olvido. Se burlaron de todos nosotros, tomándonos por tontos. Se burlaron de Artaud, al que los pistoleros del electrochoc calcinaron hasta el último átomo de su ser. Se burlaron reiteradamente de Ezra Pound y lo encerraron en una jaula como a un chimpancé y después en un manicomio decrépito de Washington, y se volverán a burlar de estas palabras, ignorándolas, o llamando loco al que las escribió, o matando sutilmente al mensajero, o tratándolo como a un delincuente por decir la verdad y usar el idioma para no quedarse callado como los que no tienen nada que decir. Que nadie espere compasión de los que no tienen corazón, de los que han hecho del sol y de la luna dos monedas falsas y convertido este planeta en una fábrica de muerte y pronto, muy pronto, en un inmenso cementerio nuclear. Y ahora cabe preguntarse, una y otra vez, cómo podrán solucionar, pretenciosos, ciegos ante su propia ceguera, incapaces de volver a empezar de cero, maniatados por las falacias que nos han contado sin ningún pudor y el humo que nos han vendido a lo largo de la historia, esa historia que ellos han escrito con el dolor de millones de seres y que seguirán escribiendo si no hay nadie que se rebele y les diga: ¡basta ya! ¡hasta aquí hemos llegado...! Cabe preguntarse (sin obtener nunca ninguna respuesta) como podrán detener, impotentes, engreídos con su poder sin límites y su filosofía cuartelaria, obnubilados por los sofismas que nunca lograrán demostrar, ensoberbecidos por la geometría del fracaso, bendecidos por los poderes fácticos, sacralizados por la inhibición de las religiones, alienados por su adhesión incondicional a la barbarie civilizada, además de la bancarrota económica universal, la bancarrota irremediable de las almas, la bancarrota irreversible del espíritu y la bancarrota de todos los sueños de una humanidad condenada a soportar, como Sísifo, además del infierno que han creado para ella, el peso pesadísimo del pensamiento ante la pesadilla de existir. 

Antonio Casares

3 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Uf! Déjame respirar, amigo Antonio...

Todo queda dicho (¡qué más se puede decir?) en esta certera prosa poética que nos has regalado hoy.

Sin embargo (vamos sin ganas a bajar a ras de suelo), qué curioso, hoy salen algunas noticias en los "papeles" referidas a los bancos que apuntan a lo que ya sabemos de otras experiencias: resulta que las políticas que debiera haber hecho la autoproclamada izquierda, va a tenerlas que hacer la derecha. Qué cosas, oiga!


Se mofaron de Li Po, subiendo a la luna como simios telúricos y destrozando toda posibilidad de romanticismo. Se mofaron de Basho y convirtieron las sendas de Oku en autopistas infernales. Se mofaron de Thoreau, talando los bosques y haciendo que el planeta se transforme en un yermo irrecuperable. Se mofaron de Hölderlin, y lo aherrojaron en una torre solitaria hasta el fin de sus días. Se mofaron de Nietzsche: el desierto crece. Se mofaron de los sueños fraternales de Simone Weil y la empujaron a morir de inanición en un suburbio londinense. Se mofaron de Rimbaud y de William Blake, los grandes visionarios. Se burlaron de los versículos de Walt Whitman. Se burlaron del aullido de Allen Ginsberg y lo relegaron al ostracismo de los manuales de literatura que arden en el fuego del olvido.

Sirgatopardo dijo...

Es que la "izquierda" socialista española, siempre tuvo respecto a los banqueros un clara tendencia al "Sí Bwana", prueba de ello es que nunca ganaron más dinero que con FG y ZP en el gobierno.

Juan Nadie dijo...

Eso es absolutamente cierto.