RAZZIA
Descendieron
desde la altas cumbres, desde los bosques últimos del odio y de la venganza.
Bajaron vertiginosamente por los valles de la cólera, por los senderos del
pánico, amparándose en las sombras amargas de la noche, guiados por la trágica
luz de las antorchas, como si oyeran la voz imperiosa de la intolerancia o el
eco de una ferocidad infrahumana o animal. Resplandecían bajo la luna y las estrellas, con sus filos
amenazantes, las hachas, los guadañas, las espadas, los cuchillos, las hoces asesinas.
Ululaban sedientos de sangre, proferían palabras ininteligibles, blasfemaban
insultos que el papel no soporta. Se decian pastores. Eran manadas de
energúmenos, más bestias que las bestias que pretendían apacentar. Menéndez
Pelayo, poco sospechoso de ignorancia, cuenta la cantidad nada desdeñable de
30.000. Entraron en las ciudades fronterizas de uno y otro lado del Pirinéo
como ángeles exterminadores, como ominosos meteoros, y se perdieron en el
laberinto de las calles, penetrando anónimamente en los guetos y en las
juderías. Corría el año 1321 cuando redujeron a cenizas las aljamas de Tudela y
Pamplona, y pasaron a cuchillo a sus habitantes. En 1328 incendiaron, entre
otros, los barrios judíos de Tudela, Estella y Viana. Se habla del exterminio
de 10.000 israelitas. En 1360 volvió a correr la sangre inocente por las calles
de Nájera y Miranda de Ebro, bajo la mirada cómplice del Trastamara, un
bastardo en todos los sentidos, cuya crueldad nada tiene que envidiar a la de
Pedro el Cruel. Derribaron las puertas, diezmaron los graneros, saquearon los
establos, ardieron como teas las casas y los pajares, degollaron a los niños,
mutilaron a los ancianos, violaron cobardemente a las jóvenes y golpearon a las
mujeres hasta el fin, y, en nombre de sus dios o su demonio, no dejaron piedra
sobre piedra. Sus ojos inquisidores no se detuvieron ante nada ni ante nadie
sospechoso de herejía o de heterodoxia. Quemados en la hoguera, apenas se
salvaron los conversos y los pocos que pudieron escapar de esta razzia salvaje
que se ha ocultado para vergüenza de la historia. Nada revela Borges de esta
infamia. Nada dicen los libros de estos crímenes abominables. Aún lloran por
toda Europa, sin justicia y sin consuelo, en el muro invisible de las
lamentaciones, víctimas del fanatismo y de la fuerza bruta, los escasos
descendientes de los supervivientes de aquella barbarie alentada impunemente
por los hierofantes de la liturgia del terror y de la muerte...
Antonio Casares
Antonio Casares
5 comentarios:
Y con la complicidad de los demás habitantes, que hasta lo veían bien. Ocurrió por toda España.
De víctimas del fanatismo y de la fuerza bruta, de terror y de muerte, lementablemente, sabemos demasiado en España.
Con la misma complicidad
La complicidad es siempre de los ganadores, si no véase que en la guerra civil hubo cómplices en todas las etapas de la contienda y zonas del país.
A los famosos pastores del Pirineo responsables de las matanzas los excomulgó Clemente V, pero a buenas horas, el daño ya estaba hecho.
Una constante de la Humanidad, la intolerancia, el odio al diferente.
La historia humana está llena de episodios de estos, lo que resulta dificilísimo es describirla tan bien.
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